martes, 24 de julio de 2007

Antropología del Cosmos

Los abuelos de las antiguas tradiciones del planeta conviven con cada uno de nosotros sin que nos demos cuenta. Uno de ellos me contó alguna vez que todos somos sueños fluidos de sabiduría inconsciente. Que la vida es un gran laberinto y que es fácil perderse en el camino... por eso nos encontramos. La sincronicidad no sólo es una forma de experimentar el tiempo, la sincronicidad es uno de los fundamentos de la experiencia humana.

A cada instante, la psique y el cosmos se encuentran, se cruzan, se entrelazan, como la doble cadena de ADN, en cada una de las celulas de nuestro cuerpo, de todos los cuerpos, de todos los seres de este planeta.

La humanidad es parte esencial de la biosfera, los límites entre naturaleza y cultura se traslapan una y otra vez. Establecer sus fronteras es uno de los muchos juegos a los que juega el hombre.

Según Marc Augé, antropólogo francés, vivimos un aceleramiento de la historia y un estrechamiento del planeta. Las tecnologías de la información y de la comunicación generan minuto a minuto un nuevo tipo de percepción y, por eso, un nuevo tipo de ser humano. La información viaja a la velocidad máxima posible en el universo: la de la luz.

Gran parte del conocimiento occidental actual tiene su fundamento en las investigaciones y descubrimientos sobre la naturaleza de la luz. Sin embargo, otro de los fundamentos del pensamiento actual proviene de las investigaciones sobre lo oculto a la luz: lo inconsciente, aquello que no se revela en la primera apariencia y que por tanto requiere de una interpretación.

La hermeneusis de la psique, de la dinámica económica, de la dinamica social.

El símbolo retorna (aunque evidentemente jamás se fue) con sus múltiples sentidos. La definición sede, a pesar de las resistencias naturales de un paradigma que alcanza el ocaso de su ciclo y el significado del lenguaje adquiere nuevos matices.

En nuestra época convergen los diversos desarrollos de las civilizaciones de toda la faz de la Tierra, mientras tanto, presenciamos, porque somos responsables, la sexta extinción masiva del planeta.

Nuestra gran colectividad se torna en una gran soledad colectiva, la aldea global parece sumirse en el sinsentido, pero el sentido busca emerger en cada mirada, en cada encuentro, en cada suspiro, en cada instante en que el hombre posmoderno cede ante la compulsión neurótica y escucha su respiración y siente la totalidad de su cuerpo.

El cuerpo es la vía de conexión con el todo. Lo que habitualmente llamamos cuerpo tan sólo es un fragmento del gran cuerpo del Tiempo, en cada parte está el Todo, todo es uno pero lo olvidamos. Sin embargo, el olvido es el preámbulo del recuerdo.

Absolutamente todo está interconectado y saturado de energía. El vacio es el fundamento de este orden material y desde la perspectiva de aquellos que han logrado situarse en el centro del Gran Círculo, el mundo de las formas y la vacuidad son uno.

La escisión aparente, la dualidad ontológica, tiene su origen en el Logos, pero también en la ignorancia. El ser humano se comunica por varios canales simultaneos aun cuando lo hayamos olvidado.

En el ajetreo urbano el hombre se torna unidimensional y el ego cree que el único campo de realidad es aquel que la razón tiene la posibilidad de entender, sin embargo, ningún conocimiento es posible sin la realidad del misterio, sin la certeza de lo desconocido. La razón positiva apostó por conquistar el misterio mientras trataba de dominar a la naturaleza. Al final del camino volvió a encontrarse a la Incertidumbre como fundamento del mundo material.

La física cuántica mostró a Occidente los límites de cierta forma de aproximarse a la realidad y con ello introdujo la complejidad como principio de comprensión de la existencia, la dualidad entro en un nuevo nivel y las coincidencias con otros tipos de saber han planteado la necesidad de volvernos a preguntar las cuestiones fundamentales. La filosofía retorna con mil rostros distintos, y todos los ojos miran al vacio sin nombrarlo, tan sólo alcanzan a delimitar los contornos de lo impalpable, y ni siquiera eso.

La dinámica de la relatividad espacio-temporal abre perspectivas a la imaginación de una nueva generación que mira la vida y sus manifestaciones como el niño a la llama de una vela.

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Este es un espacio-tiempo que juega a explorar qué es el ser humano y cómo podría ser el cosmos que fue, es y será. Diversas perspectivas, diversas escrituras y estilos se darán lugar aqui, todas ellas resultado de una experiencia vital. Imposible definir, y la diversidad es resultado de la trayectoría errática de esta partícula de luz materializada en un saco de carne y huesos.


Compartir es la intención principal, el diálogo es el camino de la poiesis que se torna lenguaje. Fragmentos, tan sólo fragmentos del cuerpo despedazado del Tiempo. Fragmentos atractores de cazadores de sueños, dispuestos a reconstituir el cuerpo primordial de aquello que siempre será más de lo que las palabras puedan consignar, evocar o esbozar.

Sirva este fragmento como introducción a un laberinto que, como todos, no tiene retorno, al tiempo que la cola es mordida por la serpiente luminosa de este enigma que a veces llamamos vivir.

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